Autor: José Luis Castillejos Ambrocio
No podías irte sin habernos enseñado que el mensaje de paz de tu vida es más fuerte que las balas, y que tu música no cesará jamás entre quienes anidamos la esperanza de un mundo menos violento, menos errático, menos inhumano. Si hubiese podido contarte que gracias a tí debuté en la poesía pese a que me fue esquiva la guitarra y el piano, pero no ajeno el sentimiento. Facundo te fuiste cuando más te necesitábamos, cuando requeríamos de tus sabios consejos, y tenías la frase exacta para perdonar los pecados, peregrinar los santuarios y estar presente en todas partes. Cada mañana, excepto la de hoy, para ti era una buena noticia, cada niño que nacía era otra excelente noticia, y hablabas de los hombres buenos, de no tenerle miedo a nada y de buscar, en todas partes, el amor para ser felices. Viviste intensamente todas tus edades sin que el corazón se te marchitara, y aunque la vista te fallaba un poco, tenías dos manos, dos pies y una vida por delante. Lamento por aquellos que no pudieron escuchar tu mensaje de amor y de fe y por quienes no comprendieron que lo único que hacías era pregonar tu trova, trovarle a la vida, llevar tu nívea barba a pasear por la nieve, reírte de ti, de todos, de muchos. Tristes quedan las calles de Toronto, las de la pacifica Quito, las noches invernales de Lima, y se rompió la magia en Bolivia, en Cali, en tu camastro de Bahía, en Brasil y el silente canto de los grillos en Quetzaltenango, Guatemala donde hallabas siempre paz. La paz de Costa Rica te añora ahora que te fuiste a dormir temprano ya no pudiste ver las buenas noticias, ni oler el maíz hecho tortillas, el aguacate convertido en guacamole y los tacos, ni el ceviche peruano, o el churrasco argentino.
Facundo ya se te extraña.
Te extraña Latinoaméricajoseluiscastillejos@gmail.com